jueves, 4 de febrero de 2016

Los ciclos de venus

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Aprendí a leer algunos miedos…
¡los de estos ojos, malditos!
cuando sentía…
las pisadas y el rugido del jaguar.

El abuelo,
Ükai jäkwata, Espíritu de roca
nombre de guerrero en lengua ngäbe
rodeando  el fuego
trazaba sus historias
¡a esos, sus niños indios!
Paredes invisibles,
protección de su lecho.
Espanto nocturno le causaban ellos
¿Quiénes?
Los colmillos, el Chogali,
esos visitantes de los sueños...

Trama persecución a sus miedos
algo cabizbajo
La garra, en su mente, no está en el suelo.
¡Pastan las ausencias en la tierra!
Desde el pico montañoso hasta el manglar,

de estos, los niños indios.

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Al niño de hoy,
le falta la llanura;
donde brillaba a la luz del sol,
la sonrisa del niño de ayer.

Al niño de hoy,
le falta cabalgar a caballo
y el ordeño matutino en el corral.

El niño de hoy,
ve en el progreso su cárcel,
necesita la carcajada del niño de ayer,
aquella de la selva, y de las palmeras alineadas...

El niño,
añora disfrutar  esos ríos,
donde una gota, se le ha negado hoy…

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La tierra es acreedora;
Factura sus dones desde las angustias
Estamos debiendo nubes
Los cantos del riachuelo
bullicios en los árboles
manantial en concierto
el discurso de vida matinal
la reunión del ocaso.
¡Hemos convertido en polvo esta alegría!

Las hojas destilan sangre
bramidos de huesos
panorámica de hoy
¡Este paisaje seco!
sin natura legendaria y propia
se fugan los emblemas nativos.
Fugitivos en su casa
a ver si perduran los recién nacidos
en el suelo, en las lagunas, en el viento
o en el residuo de la ecuación natural.

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Temí el filo de la sierpe
la daga del manigordo...
luego, les privamos de sus faenas
como plagas y no como humanos.

¡Hermosa es la foto del águila harpía!
es cierto,
¡Pero, es mejor la impresión de su vuelo!


Y de ver las inclemencias, dije:
A veces, en el amor
y en la revolución
a veces, por la paz
a veces, en la fe
a veces, en la vida...
hay corazones sordos.
La muerte colecciona corazones sordos
hemos quedado entre lúgubres  sombras
porque no hay lenguaje que nos quite la sordera…

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¡Y anhelé la  escuela antigua!
los rituales del cacao y del tabaco,
los sahumerios con risas de mujer...
aquella que ilustraba la locura
y la razón de las mentiras.
Las arrugas eran libros que leía.
Esos pliegues
enseñaron ideológicas luchas
las del territorio, las del agua
las de la libertad, las de sueños…
¡Y hasta esas del amor!

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¿Y, Cuál es el destino sin memoria?
¡Oh, figura antigua!
de Casco Viejo apodada
tus veredas
sonaron risas de niños
aquellos, jugaron a cosquillas.
antes de la imagen en el lente viajero 
busco tus recuerdos casi humo
porque tu historia, remembranza del anciano
también viajó a la tumba.

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Esas fracturas
de los ciclos del sol y de la luna
con somníferos obligados
y las pausas de la atmósfera
siguen fumadas mortíferas
agilizan los días
y entregan la vida en escombros.

Los pequeños ilustran sus parajes
 ven el pasado
tienen el presente resquebrajado
entre los poderes del cosmos.
Sin  futuro,
el moderno contacto eléctrico
interrumpe la conmoción del vacío
tras esas pantallas
estamos cegados de colores
sin enterarnos que a las horas
terminamos solos...

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Y retorna la reseña del viejo:
la diversión de cuerpo presente,
el juglar, el niño perseguido
regocijos fantasmas
entre palos de naranjos.


Recuerdos...
el añejo jugo de palma
el atardecer de salomas
la vaina y el machete
ya son reliquias
en algunos lares.

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¡El porvenir!
La tierra en bancarrota,
entre los dedos del tiempo.


Una vez de acuerdo,
para delinquir entre cigarro y ron
algunos residentes de las alturas
detonan disparos mortales de avaricia.
Convertidos en hambre, en trágicas inundaciones
y primera plana…


Y los niños, siguen aprendiendo nuestros quehaceres;
y las niñas se resisten al olvido.
Se niegan al menosprecio
han sacado sus consignas
con sus bufandas en  la plaza,
resaltan sus bellos ojos.

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Lámparas que estaban apagadas
despertaron…
¡Oh, mujer rebelde!
La conquista de tu existencia
extrapola los ciclos de venus.
Venus se abría paso
entre la luna y el sol
Para fijar sus modos de enamorar a la tierra
cosmovisión de Abya Yala,
el pretérito astral de América;
en ti, se vuelve carne.

Madre, abuela, nieta y tierra;
ellas necesitan rebelarse y revelarse…

¡Y es que hablo como hijo!
Ella, progenitora de las especies
hará descollar las raíces
las rocas encendidas en el aire
el estrépito de las bandadas
el vuelco de mi vida en ruina.
Debo escucharla...debo escucharla…